Diciéndole adiós a la mejor carrera del mundo | Parte I

           En un cerrar de ojos, estoy a punto de terminar mi amada carrera Comunicación Social. Estoy en la semana de finales de mi último semestre. Dicen que cuando uno percibe que las cosas pasan rápido, es porque en verdad se disfrutan. Y a pesar de los paros de profesores, de obreros, de estudiantes y de alienígenas freudianos, en menos de cinco años estoy despidiéndome de la universidad. ¡Vaya! Me pongo nostálgica. 

Fotografía sacada de internet.

            La universidad es como un pequeño planeta donde confluyen los seres más extraños y encantadores que hayan podido haber existido. Uno camina por los pasillos y se topa con un hippie animalista, un perro bombero, un aprendiz de arquitecto, un bohemio estudiante de artes, un agitado mini doctor y un eterno joven con lápiz y hoja en mano. 

—Chica, ¿Me puedes responder unas preguntas?

— Voy rápido. Pero ven, dime.

—Es que estoy en primer semestre de Comunicación Social y me mandaron a… 

         Al escuchar eso, me quedo en silencio y pienso: Así fui yo. Emocionada por las preguntas que hacía a los demás como tarea de Metodología de la Investigación. Así fui yo. Aquella estudiante fantasiosa a quien se le ocurría preguntarle algo a Brito después de terminar la clase y escuchaba un resumen histórico de 50 palabras por segundo, desde el Homo Sapiens hasta La Adquisición. Así fui yo. Esa estudiante que se maravilló por la psicología que hay detrás de la comunicación y aquellos discursos modestos de Villarino.  Así fui yo. Aquella estudiante que amaba y odiaba la presión del periodismo y que se enamoró para siempre del mejor oficio del mundo. Así fui yo. Esa niña embelesada por las explicaciones casi filosóficas de Gutiérrez. Así fui yo. Quien después de tanto estrés, grababa a risas con sus amigas para las clases de radio. Así fui yo. Que aprendí en otro idioma que lo raro siempre es lo mejor. 

Las locas de la radio. Por Actívate 98.7 fm.

En televisión I.

            La vida se trata de disfrutarla. Cuando fui nueva, lo disfruté. Cuando me acostumbré al corre corre, a las infinitas guías, al subestimado patear de calle, también lo disfruté. Porque he disfrutado mi vida en Caracas y estos cinco años en "La casa que vence la sombra". Porque sí, a pesar de todo, la vence.

 

               Mi UCV, aunque deteriorada y con limitaciones intelectuales y culturales, sigue siendo la mejor universidad del país. Conocí a personas increíbles que he guardado en un cofrecito duradero para mi corazón. Allí, en ese lugar, hay personas tan diferentes y parecidas que hasta cuesta creerlo. 

Gente muy linda en una fiesta.

Unas locutoras muy serias.

Muy fashion las dos ese día. No eran días de finales.

            En mi UCV, me volví mucho más humana. Comprendí que cada cabeza es un mundo y así la vida es más divertida. Siento que ahora tengo unos anteojos de comunicadora social que me hacen verlo todo con más brillo, con más sensibilidad. Porque ya no sólo veo y miro. Sino que también observo, y mejor aún, contemplo. Puedo estar contenta porque siempre di todo de mí para llenarme de conocimientos. Porque defendí mi punto de vista y tuve libre albedrío. ¡Al diablo los profesores cerrados! Hice las cosas con entrega y nunca para salir del paso.

 Nota marginal: Que ninguna amiga comente respecto a la última línea. Y Navid, mi querida Navid, olvida lo de televisión. 

            En la U-U-UCV, conocí al amor de mi vida. A continuación momento cursi del post: Erase una vez un joven rebelde que conoció a una provinciana soñadora. El amor surgió al ir a una fiesta… ¡Ya, Daniela! Esto no es una historia rosa de amor. Es un cuento negro universitario de las psicopatías que dan al cursar un semestre en tres meses. La historia de amor la dejaré para otro post. 

            Ah y casi lo olvido. Una de las mejores cosas de la UCV, es su tamaño. Mi universidad es tan grande que en esta última etapa me propuse recorrer cada rincón que no he visitado antes. Y hacer actividades que, por cualquier excusa, nunca realicé.  Al menos puedo decir que tuve una vida deportiva activa con el tenis. ¡Ay, qué buen chiste! 

Mi UCV. Foto sacada de internet.

Las tenistas estrellas.

            Si alguien del interior lee este post y está dudando si venir a Caracas o quedarse en su pueblo. O si alguien quiere estudiar Comunicación Social, pero lo está dudando porque según no da dinero. ¡Lea muy bien! No lo dude. Vale mil veces la pena. En esta y cien vidas más, me vendría a Caracas a estudiar esta carrera. Soy humanista y seré pronto una orgullosa comunicadora social.  Y desde ya, me metí entre ceja y ceja, escribir y producir contenidos que sean diferentes. Pero, en serio diferentes. Ponerle el alma a todo aquello que uno haga.

            Otra nota marginal: Por cierto, felicito a todos mis compañeros de Cine II  que le han puesto el alma a los cortometrajes. Oye, Carl. No nos hables.

            Ahora bien, ya que el post va como largo y en estos tiempos los jóvenes no leen (Con voz de anciana frustrada) lo que sigue es la tesis. Decidí quitarle lo terrorífico a esa palabra y meterme en la cabeza que sólo es un documento obligatorio para obtener mi título. Por eso escogí como tema “El emprendimiento periodístico”. Un tema que hasta ahora me ha hecho disfrutar el inicio de este último trayecto. La tesis es sencilla. Vamos, repítelo una y otra vez.

           Esto sólo fue una parte. Dejé muchas cosas de lado. Gracias por leerme. Y cómo decía Frida, ¡Viva la vida! Y como digo yo, ¡Viva la Comunicación Social! Y vivan todos esos ucevistas que saben que la UCV cambió parte sus vidas. 

Post data: Si me lees, por ejemplo a las cuatro, comenzaré a ser feliz desde las tres.