Lo primero que diré es “Dios, qué raro volver a escribir en este blog”. Este blog lo creé en el 2014, por mi afán de relatar mis experiencias, de echar mi cuento. Siempre he dicho que disfruto cuando alguien me lee, pero con los años (insertar voz de vieja) me he dado cuenta de que no solo escribo para que los otros me lean, escribo para ayudarme. Es como una terapia. Escribir cómo me siento o qué pienso, hace que sea más feliz.
Hoy recordé mi blog y la magia que significaba sentarme a escribir sobre cualquier tema importante para mí en ese entonces. He cambiado, ya ni siquiera opino igual que la Daniela que escribió aquí años atrás. Y aunque suene contradictorio, también sigo siendo la misma en tantos aspectos.
Creo que cuando crecemos nos convertimos en la unión de dos partes: la parte de nosotros con expectativas e inexperiencia, porque sigue habiendo un futuro por vivir. Y la otra parte con conciencia y aprendizaje por lo que hemos vivido.
Ahora bien, podría escribir un post completo sobre qué significa retomar este blog para mí, pues han pasado más de tres años desde que escribí la última publicación. Me gradué, dejé de vivir con familiares, me hice independiente económicamente, inicié proyectos de por vida, en pocas palabras, inicié mi vida adulta. Vida adulta que me ha maravillado y asustado.
El asunto es que no estás aquí para leer sobre por qué retomé mi blog o cómo ha sido entrar en la vida adulta, estás aquí para leer sobre el título que escogí.
Ok, no te hago esperar más, comencemos.
Nunca quise irme de Venezuela en serio. Dije que quería irme a República Checa, Canadá y China. Dije tantos destinos locos que creo que ya nadie creía que me iba a ir. Quise ir a mi acto de grado, quise comenzar a rescatar perros, quise producir una obra de teatro y quise hacer unos talleres. Siempre aparecía algo nuevo que hacer antes de irme.
Antes de graduarme, emprendí en la publicidad y eso hizo que Venezuela no me afectara tanto económicamente. Léase bien: no me afectaba tanto, y digo “tanto” porque aunque alquilamos un apartamento en Caracas, compramos un carrito, salíamos al cine y de vez en cuando a cenar, la crisis en Venezuela termina afectándote: O vacía tus bolsillos o te desestabiliza emocionalmente.
Trabajo con una laptop y conexión a internet, pero mi internet se iba todos los días. Mi novio y yo hacíamos ejercicios de Boot Camp y teníamos que conducir de noche por calles oscuras y con cientos de huecos.
- No consigo este medicamento, ¿tienes idea dónde lo pueda comprar?
- ¿Conseguiste la Colgate?
- Se me dañó la batería del carro, ¿dónde la puedo comprar a buen precio?
- Se fue la luz y no pude terminar de enviar el documento.
El plan fue que fuera a New York tres meses para evaluar opciones, mientras Sebas me esperaba en Brasil. Pensándolo en retrospectiva, fue un pésimo plan, pero bueh, así sucedió. Yo tenía que ir a Venezuela a buscar a Lola, pero gracias al Covid-19, tuve que salir volando (literal) de USA y venir directamente a Brasil, porque ya no había vuelos para entrar en Venezuela.
Lolita está en Venezuela. La está cuidando mi mamá. Lolita está feliz y relajada. A veces pienso que deberíamos ser como los perros y solo ambicionar paseos. Yo también estoy feliz en Brasil. Sin embargo, cuando te vas de tu país y caes en cuenta que tienes que conformarte con ver a tus familiares siempre a través de una pantalla, entiendes que tanto emigrar como quedarse en Venezuela es un reto.
Dejé de pensar que me había ido de Venezuela, solo estoy de viaje: volveré y viviré allá. ¿Cuándo? No lo sé. Ya dije que soy bastante abierta a vivir nuevas experiencias y, por qué no, pasar algunos años en otros países. Pero no contemplo ser extranjera a largo plazo, no.
Te cuento algunas cosas buenas de estar en otros países y ver otras realidades:
- Comprar toda la comida que quieras es algo normal. Si trabajas, hacer mercados grandes es normal. No verás a nadie comprando dos cositas en el abasto.
- Los adultos jóvenes se independizan. Si tienes más de 23 y trabajas, lo más normal es que tengas con qué pagar un alquiler, sea habitación o apartamento.
- Es normal comprarse una casa y un carro. Sí, trabajas algunos años y haces buena relación con el banco, antes de los 30, seguramente, ya tienes propiedades.
- Los servicios básicos funcionan. No se va la electricidad, no se va el agua, no se va el internet.
- La vida es mucho más cómoda: pides un delivery de frutas y vegetales y a la media hora, quizá antes, ya tienes el pedido en tu casa. Pagar aplicaciones y membresías en plataformas es algo común.
Conclusión: Solo estoy de viaje, solo quiero estar de viaje y volver. El Covid-19 ni siquiera me deja ir a visitar a mi familia o buscar a mi perrita. Puedo pasar otros años aquí en Brasil o en España, pero sin duda, quiero vivir en Venezuela y pasar mi vida allá.
“Si me lees, por ejemplo, a las cuatro, comenzaré a ser feliz desde las tres”. Parafraseando a El Principito desde el primer post que publiqué en este blog.
Excelente Dani..
ResponderBorrarQue hermosa publicación ! Es un abànico de circunstancias cargadas de emociones, experiencias,deseos y muchos sentimientos sobre dos realidades de una misma vida ..te felicito mi niña bella tu manera sencilla y agradable de escribir,me encanta còmo atrapas y analizas la esencia de Vivir ,lo que nos merecemos y el.pago tan alto y significativo de estar tanto tiempo sin nuestra Familia sea el motivo que sea.
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